Como hemos ido viendo en el desarrollo de este blog, los videojuegos han evolucionado mucho desde sus inicios. Hemos pasado de juegos donde cuatro píxeles eran todos los gráficos de los que disponía el juego, a cinemáticas impresionantes donde los juegos se convierten en una superproducción donde el gameplay en ocasiones te arrastra a un juego donde tu habilidad no cambiara mucho el resultado del juego.
En este post quiero hablar de la esencia de los videojuegos, donde superar cada fase era un reto de verdad, cuando no se necesitaban espectaculares gráficos para sentir que estabas viviendo una experiencia real, pues el aprendizaje y la mejora en tus habilidades se reflejaban de verdad en el juego. En ocasiones estos juegos resultaban incluso frustrantes, al verte superado una y otra vez por la máquina, pero era la satisfacción de superar estas dificultades las que hacían que recordaras los juegos como algo importante y no como un pasatiempo ocasional. Estos juegos pasaban a formar parte de la vida del jugador y de sus memorias e incluso se adherían a su cultura; no pasaban ni pasan de moda se transforman en clásicos que la gente aún recuerda y que, gracias a su bien distorsionada memoria por el cariño, son recordados con mejores gráficos que los juegos actuales.

La industria quizá debería replantearse volver de alguna manera a la esta esencia, volver a intentar fidelizar al jugador en vez de abrumarlo por unos segundos metiéndole un chute que no durara más allá de unos días y que pronto será olvidado y remplazado por la última novedad del sector. El mundo de los videojuegos debe de diferenciarse de otros sectores como el cine en cosas como estas, en crear experiencias que absorban al usuario y lo hagan pensar, decidir, interactuar, enfadarse y disfrutar en general.
Sr.Gris
No hay comentarios:
Publicar un comentario